"Eladio" (lapicero y lápiz, de una foto) |
Nociones de debilidad y fortaleza. No estoy seguro de por qué la fortaleza y la debilidad han estado en mi mente últimamente, pero tengo la sensación de que hay una serie de factores que hacen que mis pensamientos se orienten en esta dirección.
Mi suegro, Daniel Eladio Reyes de León, era un hombre fuerte, en más de un sentido de la palabra. Un gran trabajador, se dedicó a tareas manuales, ya sea pintar una pared, construir una mesa, cortar malezas y árboles muertos, o incluso tallar esa madera muerta en bates de béisbol para sus nietos, con una perseverancia enfocada en el láser hasta que ese trabajo estuviera hecho. Luego, después de que su esposa o hija le recordaran que comiera y bebiera agua, se repostaría y encontraría una nueva tarea física para atacar. Creo que esos trabajos le proporcionaron un gran placer y, como Hércules y sus doce trabajos, aumentaron sus fuerzas. Eladio no se vio debilitado por todo ese trabajo duro; al contrario, lo que lo debilitaba era la inactividad. No me malinterpretes: estaba muy contento de sentarse en su silla mirando a sus Yankees. Pero ese cansancio contento, que a menudo lo llevaba a estar "dormido al volante", como lo llama mi hermano, remoto en la mano, no era cansancio. Fue pura satisfacción.
"La televisión lo está mirando a el," decía su esposa, Sita, en esos momentos.
Una noche, sentado en el aire libre de la sala de su casa de Santo Domingo, Eladio quiso hablarme de política. En mi memoria que se desvanece, el tema era Donald Trump, aunque pueden haber sido sus quejas sobre la debilidad de Leonel Fernández, expresidente de República Dominicana.
"Mira", dijo, tomando mi antebrazo en su fuerte agarre. No bebió mucho en sus últimos años, pero creo que en ese momento podríamos haber tomado uno o dos vasos de Brugal. "Intenta soltarte."
"Ummm," dije, sin querer, como él dijo, intentar soltarme. Tampoco quería faltarle el respeto al no honrar sus deseos. Así que no hice nada, sonriéndole tontamente, hasta que él se rió con su risa de ojos brillantes y me dejó ir. Me dio unas palmaditas en la rodilla.
"Ay, Dan", dijo. "La fortaleza es muy importante".
"Si," respondí, frotando la sensación de nuevo en mi antebrazo.
Mi suegro se reclinó en su gran sillón reclinable y cerró los ojos, la imagen de la satisfacción.
Y de la fortaleza.
Que linda reflexion mi querido Dan.
ReplyDeleteThank you for such kind words
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